Bienvenidos una semana mas a El drama de mi ortodoncia, ¿cómo van esos dientes? Espero que mucho mejor que los míos sobre todo en estos últimos días.
Hace poco me coloqué la férula número 19 de las 38 que tiene el total de la ortodoncia y no hay día que no de gracias por hacer decidido pagar un poco más pero reduciendo a la mitad el tiempo del tratamiento. ¿Os imagináis esta tortura durante año y medio?
Al principio pensé que las primeras semanas serían las peores porque mis dientes tenían que acostumbrarse a moverse un poquito cada semana, pero estaba equivocada...
Digo que estaba equivocada porque desde hace unas semanas no hay día que no desee arrancarme los dientes en un ataque de ira y comenzar una nueva vida con unos postizos.
Cuando comencé el tratamiento la primera semana creí morir, pero a partir de la segunda férula solamente sentía dolor durante las primeras 24 horas tras el cambio de funda. Ahora las cosas son distintas ya que no hay día que no sienta cómo el dolor recorre mi boca de punta a punta.
Cuando comencé el tratamiento la primera semana creí morir, pero a partir de la segunda férula solamente sentía dolor durante las primeras 24 horas tras el cambio de funda. Ahora las cosas son distintas ya que no hay día que no sienta cómo el dolor recorre mi boca de punta a punta.
Dicen que eso es bueno ¿seguro?
Porque significa que mis dientes están más sensibles como consecuencia del movimiento que están sufriendo desde hace meses y eso es bueno porque quiere decir que se mueven, lo que me hace pensar que a medida que pasen las semanas estas molestias no irán desapareciendo precisamente...
Debido a que estoy acostumbrada a llevar las fundas cada vez me siento más rara sin ellas, yo creo que es una especie de síndrome de Estocolmo que han creado mis dientes ante la opresión de la ortodoncia.
He perdido tanta fuerza que comerme unos simples tallarines, ojo que no estoy hablando de un chuletón ni nada parecido, se ha convertido en una odisea y no hay día que no tema morir ahogada por culpa de tragar trozos de comida tan grandes. Imaginad cuando voy a comer a alguna casa y me plantan por ejemplo unas chuletillas de cordero, intento mantener mi dignidad bajo una amplia sonrisa mientras que en mi cabeza maldigo cada trozo de carne que se resiste a ser masticado.
Por otro lado cada noche tras mis 20 minutos de Acceledent tengo que dejar pasar unos minutos hasta poder colocarme la ortodoncia de nuevo por que ¡no veáis cómo duele! Hubo una época en la que os prometo que de verdad se me movían los dientes una barbaridad, una sensación que no tenía desde los ocho años, tuve tanto miedo de usar este aparato tanto tiempo que lo limité a un máximo de 10 minutos por día. No os riáis de mi, ya lo hicieron en mi clínica cuando les llamé muy alterada porque pensaba que se me iba a quedar mellada de un momento a otro.
Desde entonces en cada consulta me preguntan entre risitas si se me siguen moviendo los dientes. Estúpidos.
¿Sabéis que es lo que más echo de menos?
Comerme unas golosinas sin que mis dientes acaben de colores raros, no os imagináis con qué facilidad se tiñe la funda. ¿Por qué ocurrirá esto? Ya tenéis deberes para la próxima entrada.
¡Gracias por leerme!
Porque significa que mis dientes están más sensibles como consecuencia del movimiento que están sufriendo desde hace meses y eso es bueno porque quiere decir que se mueven, lo que me hace pensar que a medida que pasen las semanas estas molestias no irán desapareciendo precisamente...
Debido a que estoy acostumbrada a llevar las fundas cada vez me siento más rara sin ellas, yo creo que es una especie de síndrome de Estocolmo que han creado mis dientes ante la opresión de la ortodoncia.
He perdido tanta fuerza que comerme unos simples tallarines, ojo que no estoy hablando de un chuletón ni nada parecido, se ha convertido en una odisea y no hay día que no tema morir ahogada por culpa de tragar trozos de comida tan grandes. Imaginad cuando voy a comer a alguna casa y me plantan por ejemplo unas chuletillas de cordero, intento mantener mi dignidad bajo una amplia sonrisa mientras que en mi cabeza maldigo cada trozo de carne que se resiste a ser masticado.
Por otro lado cada noche tras mis 20 minutos de Acceledent tengo que dejar pasar unos minutos hasta poder colocarme la ortodoncia de nuevo por que ¡no veáis cómo duele! Hubo una época en la que os prometo que de verdad se me movían los dientes una barbaridad, una sensación que no tenía desde los ocho años, tuve tanto miedo de usar este aparato tanto tiempo que lo limité a un máximo de 10 minutos por día. No os riáis de mi, ya lo hicieron en mi clínica cuando les llamé muy alterada porque pensaba que se me iba a quedar mellada de un momento a otro.
Desde entonces en cada consulta me preguntan entre risitas si se me siguen moviendo los dientes. Estúpidos.
¿Sabéis que es lo que más echo de menos?
Comerme unas golosinas sin que mis dientes acaben de colores raros, no os imagináis con qué facilidad se tiñe la funda. ¿Por qué ocurrirá esto? Ya tenéis deberes para la próxima entrada.
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