martes, 1 de julio de 2014

Comenzamos

Bienvenidos una semana más a El drama de mi ortodoncia, como os comenté hace unos días, en este blog quiero contar mi experiencia con Invisalign principalmente para desahogar mis penas y también por si alguien quiere animarse que sepa realmente cómo es esto. Sin más demoras os resumo la primera semana:

Día 0: 
Acudo a la consulta del ortodoncista nerviosa y con algo de bastante miedo, en toda mi vida mi experiencia con la salud dental se había limitado a 3 empastes sin mayor importancia así que todo aquello me resultaba nuevo, y lo nuevo asusta.

Me hicieron esperar unos 15 minutos en los que yo intentaba relajarme pensando que no iba a ser nada, pero no sirvió de mucho ya que en cuanto me tumbé en la camilla vi dos jeringuillas con sus agujas bien grandes que me hicieron temerme lo peor.
Por suerte no eran para mí. Por si acaso quería volver a quejarme me pusieron un aparato llamado "el abre bocas" que es como un gato hidráulico para separar las mandíbulas. El que lo inventó podía haber pensado un nombre que sonara algo mejor ¿no creeis?

Así que inmovilizada, sin poder hablar y con un aspirador de saliva dentro de mi boca, que hacía un ruido espantoso, me comenta la señora encargada de mi ortodoncia que hay que ver que para ser esta la primera vez que lo hace lo poco que se pasan los profesores para supervisar. Mucho más tranquila, oye...
Tras dos horas intentando imaginarme que en vez de en aquella consulta en la que olía a carne quemada me encontraba en una playa desierta, llegó el momento de aprender a ponerme y quitarme las férulas ya que no puedo comer con ellas. Todo un espectáculo dado que es algo que va muy ajustado a mis dientes y para quitarlas tienes que meter la uña e ir haciendo hueco poco a poco, ¡al carajo la manicura!. Para colocarlas no creáis que es mucho mejor, tienes que encajarlas en tus dientes hasta que haga "clac" y sientas que el dolor recorre cada centímetro de tu ser.

Por último me enseñaron a usar un aparato que acelerará el movimiento de mis dientes, tengo que ponérmelo cada noche 20 minutos y gracias a ello este infierno durará 38 semanas en vez de las 76 originales. Es súper gracioso porque si buscas información de ello en internet aparece gente haciendo su vida normal con dicho cacharro vibrando en su boca.
¡Mira qué feliz es!

¿Recordáis los anuncios de la teletienda en los que la gente ve la tele, lee o hace la compra mientras pierde millones de calorías? Pues algo similar e igual de falso. Cuando lo enchufo ¡me vibran hasta las pestañas!

Tras pasar media vida (o eso me pareció a mi) en la consulta regresé a casa sin poder hablar, con algo que me presionaba los dientes y cargada de aparatos que serán mi sombra hasta el mes de marzo. Del momento cena prefiero hablar en otro momento, fue demasiado ridículo para tratarse de una sopa con fideos.

Día 1: 
Me desperté con la misma presión en los dientes que la noche anterior aunque se alivió momentáneamente cuando me quité las fundas para desayunar, todo muy líquido ya que el tema de masticar era aún una asignatura pendiente.

El dolor aumentó cuando tuve que colocarme de nuevo la ortodoncia, debe ser que los dientes se relajaron durante los 15 minutos que tardé en tomarme el café. Tras la media hora de la comida directamente me enchufé un paracetamol, después de cenar pensé asaltar un jarabe que tengo para la tos que da sueño, pero me contuve porque me da miedo engancharme a él (os prometo que leí un caso así en un foro).

Como mi dieta se basa mayoritariamente en líquido me avisan que perderé algún kilo, cosa que dado mi peso pluma no es del todo recomendable, pero lo tomo como un daño colateral. Reconozco que hay momentos que tiraría las férulas junto con mis dientes por la ventana porque el dolor constante termina por sacarme de quicio, cosa que no es muy difícil conseguir, pero después de el dinero que me estoy gastando prefiero pensar en otra cosa.

Día 2: 
Me dicen que hablo como Rajoy de pequeño.
Toca admitir que hasta que no aprenda a hablar de nuevo tengo perdida cualquier discursión en la que participe.

Apenas siento dolor al despertarme, también pudieron tener que ver el paracetamol de 1 gramo y la infusión de valeriana que me tomé para dormir. No sé cómo terminarán mis dientes, pero a este paso acabaré adicta a algún tranquilizante, sino al tiempo...
Empiezo a comer cosas más sólidas (en este caso fue sushi, tampoco os imaginéis un chuletón) pero aún así he reducido el número de comidas. Antes hacía cinco: desayuno, media mañana, almuerzo, merienda y cena, pero me da tanta pereza ir al baño, quitarme las fundas, comer, volver corriendo al baño, lavarme los dientes y colocarme las fundas que prefiero saciar mi hambre con agua. No paro de orinar.

Día 3: 
Mis compañeros de trabajo salieron a comer fuera pero yo no me vi ni física ni mentalmente preparada para montar todo este circo en el baño de un bar, así que decido comer sola en la oficina.

Día 5: 
Parece que durante el fin de semana el dolor ha mejorado. Me he dado cuenta que en el trabajo tiendo a morder cuando me estreso y claro, si muerdo me duele y si me duele inconscientemente tiendo a morder más para aliviar el dolor, lo cual crea un círculo vicioso de sufrimiento del cual no se salir.

No me miréis así, en el fondo a los bebés se les da el chupete para que alivien su dolor mordiendo pero ya resultaría demasiado ridícula llevando uno al trabajo.
Confieso que la otra noche me desperté con dolor en la boca y algo de carraspera, así que en mi desesperación y apoyada en la soledad de la noche en la que nadie podía decirme nada asalté el jarabe para la tos que también da sueño. Prometo que algo de tos tenía...

Día 6: 
Las férulas y yo somos uno, me las quito y pongo sin problema e incluso con una mano. ¿El problema? La cantidad de llagas que se me han ido creando a lo largo de esta semana y que me están amargando la vida. Al principio, al encajar las fundas, era bastante habitual que al hacer "clac" me pellizcara parte del moflete con ellas lo que me hacía ver las estrellas y crear heridas en mi delicada boca.
Lo peor era cuando esa herida se creaba sobre otra, lo que ha terminado formando una llaga en línea recta desde la boca hasta la mismísima campanilla.

Las noches las paso bien, aunque me han amenazado con esconderme el paracetamol de un gramo y el jarabe para la tos porque están notando cómo poco a poco cada vez hay menos cantidad, nota mental: ser más cuidados la próxima vez.

Día 7:
Hoy es mi último día con la funda número 1 ¡qué emoción! Me dijo la ortodoncista la semana pasada que después de la cena del séptimo día la cambiara y guardara la anterior en una funda de color rojo... Mejor os transcribo  la conversación porque rozó el surrealismo:
- Ortodoncista: Recuerda que tras la cena del séptimo día, es decir el próximo martes, tienes que empezar con las férulas número 2.
- Yo: Vale, entendido.
- Ortodoncista: Te doy dos fundas para guardar las férulas, una de color rojo y otra de color azul.
- Yo: Si, las veo.
- Ortodoncista: Bien, azul empieza por...
Una pausa en la que la ortodoncista espera mi respuesta mientras yo la miro con incredulidad como pensando "¿en serio?"
- Yo: A
- Ortodoncista: ¡Exacto! A de actual, por lo tanto en la funda azul guardarás las férulas que lleves en ese momento.
- Yo: Tiene sentido.
- Ortodoncista: Seguimos, rojo empieza por...
¿De verdad que tenemos que seguir con esto?
- Yo: R
- Ortodoncista: ¡Muy bien! R de reserva. Las férulas anteriores a las actuales las guardas en la funda roja -como debió pensar que era estúpida me contó un cuento con moraleja para que no se me olvidara- Por ejemplo si llevas puesta las férulas número 31 guardas en la funda roja las del número 30, porque imagina que un día pierdes las número 31 ¿qué haces entonces? Ponerte las anteriores mientras pedimos un recambio del número 31 a los fabricantes.
- Yo: Bien pensado.

¡Gracias por leerme!

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